Javier Marías publica en el Semanal de El País, 21/04/2013, un artículo sobre nuestra falta de "buenas maneras", de cortesía, de educación... A poco que salgamos fuera, que visitemos a nuestro vecinos portugueses, franceses, flamencos o walones belgas... nos sorprenderán porque hablan quedo, saludan, piden todo por favor y, además, dan las gracias a la mínima oportunidad. Reflexiona
Una carta de un lector de El País me hizo gracia hace unos días,
porque bajo el epígrafe “Somos maleducados” señalaba lo que de vez en
cuando he venido apuntando desde los años noventa: en 1995 publiqué en
otro sitio dos artículos, titulados respectivamente “Descorteses” y
“Bestiales”, en los que lamentaba la progresiva pérdida de las formas
más elementales de educación en España, y cómo eso llamaba la atención
–para mi sonrojo– de las amistades extranjeras que aparecían por aquí.
Se quedaban perplejas al comprobar que poca gente decía “por favor” o
“gracias”, o “perdón” si les daba un empellón en la calle; cómo muchos
camareros y dependientes se les dirigían con un tuteo invariable y en
fórmulas nada urbanas: “¿Qué queréis?”, como si los clientes fueran una
molestia o intrusos. Luego observé otras costumbres reinantes. No sólo
es raro que alguien ceda el paso, sino incluso que se “estreche”
mínimamente al cruzarse con otro, siempre ha de hacerlo uno si no quiere
ser arrollado o embestido. Durante una época probé a no apartarme a
propósito, a ver qué ocurría: los que venían de frente me atropellaban
casi sin falta, no hacían ni ademán de desviarse un milímetro, era como
si yo no existiera. Demasiados topetazos en poco tiempo; volví a mis
rodeos o a bajarme a la calzada, más pruebas eran innecesarias.
Ese lector, Enrique Castro, de Barcelona, decía que quizá no
estábamos enterados, pero que esa era nuestra fama fuera: la de ser
rudos, incivilizados, zafios, desconsiderados, groseros. Lo mismo que
los chinos tienen fama de escupir a todas horas (justa o no, la tienen),
la nuestra es la de maltratar a cualquiera, no pedir permiso, no
preguntar si algo molesta, no disculparnos por nada. No sólo viene
siendo así desde hace muchísimos años, sino que la tendencia va en
aumento. Llegará un instante en que será difícil convivir, o nos lo será
a quienes cada vez parecemos más antigüedades.
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